HISTORIA DE LA PIEDRA DEL SOL


Un 17 de diciembre de 1790 fue descubierta en la Plaza de Armas -hoy el Zócalo- de la ciudad de México, una misteriosa piedra de forma circular con extrañas formas labradas en uno de sus lados. Se trataba nada menos que de la Piedra del Sol, más conocida como calendario azteca, un monolito labrado.

Este descubrimiento seria reconocido como uno de los mayores vestigios de la cultura prehispánica, tanto, que actualmente preside la sala Mexica del Museo Nacional de Antropología e Historia, ubicado en Chapultepec.

Orígenes

Se cree que la piedra del sol ocupaba un lugar destacado en lo que era la Plaza Mayor de Tenochtitlán, y que habría estado colocada sobre uno de los templos llamado Quauhxicalco. Algunas fuentes manejan que pudo ser construido hacia el año 1479, fecha que señala uno de los jeroglíficos tallados en la piedra.

Sobre lo que si se tiene mayor certeza es que luego de que los españoles lograron someter al pueblo mexica, muchos de sus templos, casas y edificios fueron destruidos, a fin de desmoralizarlos, al no tener un objeto tangible de su pasado.

Pero el monolito se libró de ser destruido. Se tiene constancia de que durante los primeros años de la colonia (38, aproximadamente), la piedra permaneció a un costado de la Plaza Mayor.

Así fue hasta que el Arzobispo de México, un religioso de la Orden de los Predicadores, probablemente temiendo que los indígenas siguieran adorando a sus viejos dioses, mandó que fuera enterrada, quizá “para que se perdiese la memoria del antiguo sacrificio que allí se hacía”, dejo asentado el fray Diego Durán (1537-1588).

Su redescubrimiento

Durante 231 años permaneció en la oscuridad, hasta que el monolito –de 3.5 metros de diámetro, 30 centímetros de grosor y con un peso de mas de 24 toneladas-, fue encontrado a un costado de la Plaza Mayor cuando se llevaban a cabo trabajos de nivelación del suelo.

Estaba “a apenas media vara” del nivel de suelo, con la superficie lisa hacia arriba. El relieve quedó al descubierto cuando la enorme piedra pudo ser volteada.

“Casi tocaba la superficie de la tierra, la que se veía por encima sin labor alguna, pero en la parte de abajo que asentaba en la tierra, se descubrían varias labores” señala un escrito de aquella época.

Este hallazgo se dio apenas unos meses después de que había sido desenterrada la escultura de “Coatlicue”.

De aquí para allá

Luego de su hallazgo permaneció poco más de un año expuesto al aire libre. Posteriormente lo trasladaron al pie de la torre occidental de la Catedral Metropolitana, donde estuvo casi 100 años. Luego en agosto de 1885, lo trasladaron a la Galería de Monolitos del Museo Nacional de Historia, situado entonces en la calle de Moneda, lo que significó una gran hazaña.

El traslado se hizo por iniciativa de Jesús Sánchez, director del museo. Pero según apuntes de Leopoldo Batres, célebre arqueólogo del Porfiriato, el objetivo se logró no sin algunas dificultades.

Ya antes otros directores habían intentado lo mismo, pero a quienes consultaban no sólo encontraban un sinnúmero de complicaciones, sino que “después de largas meditaciones, serios estudios, complicados cálculos (como la construcción de una vía férrea entre ambos puntos), invención de raros e ingeniosos aparatos y un presupuesto de dos mil pesos”, resolvían que no podían asegurar que el traslado se lograra sin que la pieza se quebrara o sufriera algún daño.

Tomando otras opciones Sánchez dio instrucciones para que el cambio se llevara a cabo y con un presupuesto mucho menor: apenas 600 pesos.

Al construirse el recinto del Museo Nacional de Antropología en el Bosque de Chapultepec, nuevamente fue trasladado, en agosto de 1964, para ponerlo en la sala Mexica, donde se encuentra hasta ahora.

Repiten la hazaña

La Piedra del Sol, ocupa hoy el lugar central del Museo Nacional de Antropología e Historia, pero moverlo hasta ahí requirió no menos ingenio y destreza que la vez anterior, si bien se contaba con más herramientas.

“Para su traslado el sábado 27 de junio de 1964, fue colocada sobre una plataforma de 7 metros de largo y 3 de ancho, con 16 ruedas. Fueron necesarios 30 días para retirarla de la base de ladrillo con cemento que la sujetaba y colocarla en el armatoste en el que habría de ser trasladada a su nueva morada”, relata una reseña.

“Se utilizaron seis diferenciales de 10 toneladas cada uno con cadenas para recostarla sobre la estructura de acero. Los cables de retención iban cubiertos de hule espuma”, agrega.

La plataforma tuvo que ser jalada por un tractor de 290 caballos de fuerza, a una velocidad de 10 kilómetros por hora.

"Ni calendario ni azteca"

Por muchos años fue conocido como el “Calendario Azteca”, aunque cada vez son más los antropólogos e historiadores que se refieren a ella como la Piedra del Sol, ya que en el centro hay un rostro que se cree es el de Huitzilopochtli, el dios del sol.

En cambio hay quien no tiene reparo en afirmar que “ni es calendario, ni es azteca” sino más bien una especie de testamento, de libro labrado en piedra, en el que se relata la historia del pueblo Nahuatl en su peregrinación desde el lugar llamado Aztlan hasta la altiplanicie mexicana donde fue fundada Tenochtitlan.

Tal es el caso del mexicano Alfonso Rivas Salmón (nacido en Guadalajara en 1912), un abogado de Derecho y maestro en Historia, que se ha convertido en uno de los más exhaustivos investigadores de los misterios que entraña este monolito. Rivas Salmón expone que “no es un calendario, aunque tiene prácticamente todos los datos de lo que es un calendario”. Es como si dijera” estos son todos nuestros días, nuestros ciclos…”, dice.

Según el profesor y escritos, el verdadero calendario fue destruido por el fraile Bernardino de Sahagun, quién no logró entender la forma de contar el tiempo de los nahuas.

A simple vista –por decirlo de alguna forma- parecía que el calendario mexica se componía de 260 días por lo que le pareció que era incompleto, “pero en realidad era mucho más exacto que el gregoriano”, asegura quien fuera por mucho tiempo Director del Departamento de Investigaciones Históricas y Antropológicas de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).

De acuerdo con Rivas la piedra describe los “otros cuatro soles” o épocas que existieron antes del “quinto sol”, que se supone es la actual.

Entonces fueron destruidos por las fieras (fuego), las sequías (tierra), los ciclones (viento), y las inundaciones (agua), respectivamente, y que están representadas en los cuatro rectángulos que rodean a Huitzilopochtli.

parte 3: http://www.youtube.com/watch?v=LQsiuW1OBT4

parte 4: http://www.youtube.com/watch?v=HJm4ZNacAdQ

parte 5: http://www.youtube.com/watch?v=PWXVeRk_STc

parte 6: http://www.youtube.com/watch?v=HaABWA1vD-Q

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