En 1911, el francés Franz Reichelt decidió probar su invención, una combinación de traje de murciélago y paracaídas, saltando de la Torre Eiffel. Reichelt era un sastre de mucha reputación en el París del 1900, y estudiando los diseños de Leonardo da Vinci, llegó a inventar este traje que sería una revolución como paracaídas, o al menos eso creía el. La primera prueba la realizó con un muñeco, pero este cayó violentamente al suelo, y el sastre argumentó que el muñeco, al no poder abrir los brazos, fracasó. Decidió hacer entonces, él mismo el salto, para demostrar la correcta técnica. Los cuidadores de la Torre Eiffel le dieron un no por respuesta, ya que necesitaba un permiso especial de la policía. No se sabe como logró conseguirlo, y los encargados de la Torre, le hicieron firmar un documento librándoos de toda responsabilidad en caso que la prueba resultase fatal. Y así fue.
Un jinete llamado Frank Hayes sufrió un ataque al corazón mientras participaba en una carrera. Lo mejor es que el caballo “Dulce Beso” ganó la carrera. Así convirtió a Frank en el único jinete muerto que gana una carrera (1953).
El austriaco Hans Steininger supo ser famoso por tener la barba más larga del mundo (de casi un metro y medio) y por morir a causa de ella. Un día de 1567 hubo un incendio en su ciudad y en la huida Hans se olvidó de enrollar su barba, la pisó, perdió el equilibrio, tropezó y se rompió el cuello.
El famoso destilador de whisky Jack Daniel decidió ir temprano a trabajar una mañana de 1911. Quiso abrir su caja fuerte pero no recordaba la combinación. Enfurecido, Daniel pateó la caja fuerte y se lastimó el dedo gordo, que terminó desarrollando una infección por la que murió.
Periandro uno de los Siete Sabios griegos es considerado el primer suicida (siglo VI A.c.), Diógenes Laercio contó cómo el tirano corintio quería evitar que sus enemigos descuartizaran su cuerpo cuando se quitara la vida, por lo que elaboró un plan. El monarca eligió un lugar apartado en el bosque y encargó a dos jóvenes militares que le asesinaran y enterraran allí mismo. Pero las órdenes del maquiavélico Periandro no acababan ahí: había encargado a otros dos hombres que siguieran a sus asesinos por encargo, les mataran y sepultaran un poco más lejos. A su vez, otros dos hombres debían acabar con los anteriores y enterrarlos algunos metros después, así hasta un número desconocido de muertos. En realidad, el plan para que el cadáver del sabio no fuera descubierto era brillante, pero en lugar de un suicidio tenía visos de masacre colectiva.
Una familia de apellido Montoya que vivía en un piso trece en Buenos Aires, Argentina en 1988 se había ido de vacaciones dejando en el departamento a su pequeño perrito. Un amable vecino se encargaba de darle de comer todos los días. Sin embargo, el perro tuvo la mala idea de salir al balcón, donde perdió el equilibrio y cayó. Una mujer de 75 años, recibió el impacto perruno y murió en el acto, concentrando un grupo de gente que, como sucede en esos casos, corre hacia el lugar, entre gritos y pedidos de auxilio. Una de esas personas fue Edith Solá de 46 años, quien cruzó la avenida sin cuidado y fue atropellada por un camión. La mujer murió instantáneamente, pero como no hay dos sin tres (sin contar al perro, claro) un anciano, al ver el horrible espectáculo, sufrió un ataque cardíaco falleciendo camino al hospital.
Plinio el Viejo, naturalista demasiado concienzudo. El sabio no se le ocurrió otra que cosa que, cuando vio que el Vesubio en actividad durante la erupción que arrasó Pompeya (en el 79 D.c.) y queriendo estudiar el fenómeno de cerca, no se conformó con huir y ponerse a salvo sino que se acercó y entre temblores de tierra, gases, humaredas y el pánico, murió de una crisis cardiaca.
El genial dramaturgo Tennessee Williams (1911-1983) murió en su baño cuando, tratando de abrir con la boca un bote de pastillas, el tapón finalmente salió disparado hacia su garganta y lo asfixió.
Una muerte estúpida es la de François Vatel (1631-1671), cocinero de Luis XIV. Horas antes de que comenzara una cena para 2.000 personas, el inventor de la crema chantilly se atravesó el corazón con una espada. ¿La causa? No pudo afrontar que el marisco llegara a su cocina con retraso.
Magallanes cuando le quedaba sólo una cuarta parte de su vuelta al mundo, cuando ya había pasado lo más difícil y surcado los mares desconocidos, cuando había encontrado la civilización, víveres y seguridad en Filipinas (1521), se metió por medio en un sencillo ajuste de cuentas entre dos tribus indígenas y ahí acabó sus días, por meterse donde nadie lo llamaba.
Isadora Duncan (1927), bailarina estadounidense estrangulada por su bufanda que se quedo enganchada entre las ruedas de su coche.
Jean-Baptiste Lully. Éste estaba dirigiendo su orquesta marcando el ritmo con su batuta. En aquella época (1687) la batuta del director de orquesta era un pesado bastón con el que se golpeaba el suelo. En un fragmento difícil, Lully se enfadó tanto con sus músicos y golpeó el suelo con tanta furia que en su arrebato de cólera se golpeó el pie con el bastón, se le infectó, se le engangrenó y esto lo llevó a la tumba.
Una noche de alcohol, en México el año 1951, el escritor americano William Burroughs y su mujer estaban jugando a ser Guillermo Tell. Jugaban en serio: con una manzana en la cabeza de la esposa, Joan, con la excepción de que Burroughs prefería un Colt 45 al arco y la flecha porque era un excelente tirador. Bueno… al menos lo solía ser. Las consecuencias: para uno prisión por homicidio involuntario, para la otra muerte por hemorragia cerebral.
A Esquilo el oráculo le vaticinó que moriría aplastado por una casa, por lo que decidió residir fuera de la ciudad. Curiosa, y trágicamente, falleció al ser golpeado por el caparazón de una tortuga, que fue soltado por un quebrantahuesos (buitre) desde el aire.
Atila, que estaba tan borracho en su noche bodas que no se percató de que sangraba profusamente por la nariz. Al día siguiente amaneció ahogado en su propia sangre.
Sir Francis Bacon, durante una fuerte nevada, decidió comprobar si era cierto eso de que el frío retrasaba la descomposición de los cadáveres. Mató un pollo y salió a enterrarlo al campo, contrayendo una grave pulmonía que acabaría con su vida días después en 1626.
Jim Fixx, el autor del best seller de finales de los setenta ‘The Complete Book of Running’, donde defendía el ejercicio y una dieta sana como llave de la longevidad, murió de un ataque al corazón mientras trotaba a los 52 años. La autopsia reveló una obstrucción masiva en tres arterias coronarias.
Federico I Barbarroja, tras cabalgar por el desierto en Tierra Santa llevando puesta su pesada armadura, el emperador se sintió tan excitado cuando llegó al río Saleph, que se lanzó a sus aguas para apagar la sed. Desafortunadamente, olvidó quitarse la armadura y se hundió como una piedra. Otra versión dice que fue su caballo quien lo lanzó al agua mientras atravesaba el río.
El general Patton. Este impetuoso general americano cuyos tanques habían librado a Europa de los invasores nazis, un combatiente que se enfrentaba a la muerte, que había escapado a los ataques de los panzers (forma abreviada de Panzerkampfwagen, palabra alemana que significa vehículo de combate blindado) mientras llevaba sus tropas de Sicilia a Elba, murió en un accidente de coche en el que no respetó la preferencia, con la guerra apenas acabada (1945).
Tycho Brahe, fue uno de los más eminentes astrónomos de su tiempo, muchas fuentes históricas citan como causa de su muerte una infección de orina padecida en 1601, al no ausentarse de una cena en Praga por educación y respeto. La larga cena le ocasionó una fuerte cistitis que le postró en cama con fiebres elevadas durante 71 días. Es muy probable, además, que Tycho muriera por envenenamiento de mercurio por sus propias medicinas, tratando de recuperarse de sus problemas urinarios.
En 1941, el escritor norteamericano Sherwood Anderson se tragó un palillo en una fiesta y posteriormente murió de peritonitis.
Kenneth Pinyan de Seattle murió de peritonitis aguda después de intentar un coito anal con un semental en la ciudad de Enumclaw, Washington. Pinyan había hecho esto antes, y retrasó su visita al hospital por varias horas, dado a la repugnancia luego del conocimiento oficial, el caso condujo a la prohibición del sexo con animales en Washington.
Jennifer Strange, mujer de 28 años de Sacramento California, murió de intoxicación en 2007 mientras intentaba ganar una consola de Wii en un concurso de la estación de radio KDND 107.9 “retiene tu orina por una Wii”, que consistía en beber grandes cantidades de agua cada quince minutos sin orinar.
El poeta chino Li Po es considerado uno de los dos más grandes de la historia literaria china. Era muy conocido por su amor al licor y se sabe que escribió muchos de sus grandes poemas mientras estaba borracho. Y en ese estado se encontraba la noche en que cayó de su bote y se ahogó en el río Yangt-ze al intentar abrazar el reflejo de la luna en el agua.
El rey Adolfo Federico de Suecia amaba comer y murió por ello. Conocido como “El rey que comió hasta morir”, falleció en 1771 a la edad de 61 años a causa de un problema digestivo luego de comer una cena gigantesca consistente de langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champaña y catorce platos de su postre preferido: semia, relleno de mazapán y leche.
Después de la guerra civil norteamericana, el controvertido político Clement Vallandigham, de Ohio, se transformó en un exitoso abogado que rara vez perdía un caso. En 1871 defendió a Thomas McGehan, acusado de disparar contra un tal Tom Myers durante una disputa en un bar. La defensa de Vallandigham se basaba en que Myers se había disparado a sí mismo al empuñar su pistola cuando estaba arrodillado. Para convencer al jurado, Vallandigham decidió demostrar su teoría. Desafortunadamente, utilizó por error una pistola cargada y terminó disparándose a sí mismo. Con su muerte, Vallandigham demostró la teoría del disparo accidental y consiguió exonerar a su cliente.
Bobby Leach no temía cortejar a la muerte: en 1911 fue la segunda persona en el mundo en sobrevivir a una caída en barril por las cataratas del Niágara. Realizó muchas proezas de ese tipo, por lo que su muerte es especialmente irónica. Caminando por una calle de Nueva Zelanda, Leach tropezó con un pedazo de cáscara de naranja. Se rompió la pierna tan mal que debió serle amputada. Murió debido a complicaciones de la cirugía.
Ray Chapman, jugador de los Cleveland Indians, fue asesinado por una pelota de béisbol. Por aquellos días, los pitcher solían ensuciar la pelota antes de lanzarla para que se hiciese más difícil de ver. El 6 de agosto de 1920 en un juego contra los New York Yankees, Carl Mays, pitcher de los Yankees, lanzó una pelota sucia contra Chapman, quien no la vio y recibió el golpe fatal en su cabeza.
En 1982, un joven de 27 años llamado David Grundman y su compañero de cuarto decidieron salir al desierto a cortar cactus a base de disparos. El primero fue un cactus pequeño, que cayó al primer disparo. Envalentonado por su éxito, la siguiente presa de Grundman fue un enorme cactus saguaro, de 7 metros de alto, probablemente de 100 años de edad. El disparo le sacó un gran pedazo, y el cactus cayó sobre él y lo mató.
En 1985, para celebrar su primer año sin tener que lamentar ningún ahogado, los salvavidas del departamento de recreación de Nueva Orleans decidieron hacer una fiesta. Cuando la fiesta terminó, un invitado de 31 años llamado Jerome Moody fue encontrado muerto en el fondo de la pileta del lugar.
En 1991, una mujer tailandesa de 57 años llamada Yooket Paen estaba caminando por su granja cuando se resbaló con estiércol de vaca, se agarró de un cable y se electrocutó hasta morir. Poco después de su funeral, su hermana Yooket les estaba mostrando a unos vecinos cómo había sido el accidente cuando ella también se resbaló, se agarró del mismo cable, y murió igual que su hermana.
En 1999, una mujer inglesa de 67 años, Betty Stoobs, llevaba un paquete de heno en la parte de atrás de su motocicleta para alimentar sus ovejas. Aparentemente, las ovejas estaban muy hambrientas. Cuarenta de ellas cargaron hacia el heno y tiraron a Stoobs por un acantilado. La granjera sobrevivió a la caída, pero murió cuando la moto cayó encima de ella, empujada también por las ovejas.
Harry Houdini, mago e ilusionista de origen húngaro. Retó a un universitario jugador de rugby a que le diera puñetazos en el abdomen en una noche de cervezas, argumentando que sabía controlar su cuerpo y que no sentiría dolor. Pero tenía principio de apendicitis y murió de una hemorragia al reventarle el apéndice.
Lee Seung Seop de 28 años y adicto a los videojuegos cayó muerto de fatiga en un cibercafé después de jugar Starcraft por casi 50 horas consecutivas.
Un hombre ucraniano no identificado de 45 años del origen Azerbaijan se bajó por una cuerda en un recinto de leones en un parque zoológico de Kiev y gritó a los visitantes horrorizados del parque zoológico, “¡si Dios existe me salvará!” en ese instante una leona saltó sobre él y clavó los dientes en su cuello más adelante separó su arteria carótida, matándolo inmediatamente.
Arrio fue uno de los mayores herejes de los inicios del cristianismo. Tanto que incluso dio nombre a su propia herejía, el arrianismo. Pero eso no tuvo que ver, que sepamos, con su defunción, que acaeció, cómo podríamos decirlo finamente… Cuando defecó sus órganos internos. Citamos una fuente de la época: “le sobrevino una flojera y junto a su evacuación, sus intestinos se le salieron también, seguidos de una fuerte hemorragia, y más intestinos junto a trozos de su hígado y bazo, muriendo casi al instante”. Repugnante. ¿Fue envenenado? ¿No comía suficiente fibra en el desayuno? Nunca lo sabremos…
Yusuf Ishmaeld fue un gigantesco luchador turco que llegó a fines del siglo XIX a los Estados Unidos para realizar una serie de combates. Mal no le fue. Venció al campeón de lucha Evan Lewis y, también, al campeón de lucha grecorromana Ernest Roeber.
Yusuf, tenía la costumbre de convertir todo el dinero ganado en monedas de oro, las cuales guardaba en un cinturón de enormes proporciones que llevaba siempre puesto.
De regreso a su país, apenas a unos metros de la costa, el barco en el que viajaba colisionó con un buque inglés en aguas del Atlántico norte. Ante el inminente hundimiento, todos los pasajeros debieron saltar por la borda y nadar hasta los botes de rescate. El luchador turco también lo hizo, pero el peso de su cinturón le impedía mantenerse a flote. A pesar de saber que si no lo soltaba moriría ahogado, Yusuf prefirió irse con su preciosa carga al fondo del mar.
Calcas, que vivió en el siglo XIII A.c., es un caso paradigmático.
Mientras plantaba unas viñas en su propiedad, un vecino le profetizó que no viviría lo suficiente como para beber el vino de aquellas uvas.
Tiempo después, con las frutas maduras, Calcas invita al adivino a verlo tomar un poco de vino. Al levantar la copa, el vecino repitió sus dichos y esto le provocó tal ataque de risa descontrolada, que murió luego de permanecer varios minutos sin poder respirar.
En un rascacielos del centro de la ciudad de Toronto un abogado guiaba la visita de unos estudiantes por el complejo, cuando intentó demostrarles la increíble resistencia de los cristales que forman el edificio. Tomo vuelo y dio un golpe con el hombro al cristal, el cual estalló en mil pedazos, lo que hizo que el abogado se precipitara al vacío cayendo desde una altura de 24 pisos y falleciendo en el acto.
Un alemán, harto de los topos de su jardín, invento una gran idea para eliminarlos. Conecto dos electrodos al suelo y los unió a una fuente de alta tensión. Al final los topos y el acabaron bajo tierra, aunque los topos algo mejor.
Un grupo de hombres competía por ver quién era el último en apartarse de la vía del tren. Ganó un tal Patrick Still a título póstumo.
Un alcohólico de Texas, pero no uno cualquiera, un adicto a los enemas se metía el alcohol por vía anal. Un día, su último día, se metió la boca de la botella por el culo y dejo que descargara el alcohol pero el hombre se durmió.
Resultado: coma etílico y posterior muerte. Índice de alcohol en sangre: 47%.
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